Os hablaré de un perfume que mi amante posee de Las Gracias y de los dioses del amor; cuando lo oláis, pediréis a las deidades que os conviertan en nariz. Cayo Valerio Catulo, poeta romano
Esa compleja relación entre olor y sexualidad, es algo que se ha explorado desde los albores de los tiempos. Desde las flechas perfumadas de Kama, el Dios del erotismo del hinduismo, con sus puntas saturadas de jazmín, champaca o davana, las flores de la sensualidad; al deleite de la diosa Afrodita con sus elixires que favorecían la seducción en el cielo y la tierra (no en vano, se le llamaron ‘afrodisíacos’), siempre ha sido el deseo de los mortales encontrar el ingrediente que nos hiciera parecer irresistibles.
¿Qué buscamos realmente en un perfume? ¿Su cualidad aromática como mero accesorio? O, ¿que se comporte como una extensión de nuestros deseos y anhelos? El perfume erótico es hoy más explícito que nunca. O no, si ojeamos la hemeroteca de los 70 y 80, donde el papel claramente sexual del perfume era palmario. Con aquellos frascos fálicos o el reclamo de las feromonas para hacer las fórmulas absolutos objetos de seducción. El erotismo, como el perfume, son realidades construidas. La mujer no quiere oler como una flor; quiere que su perfume irradie un aura sensualmente atractiva, asegura Mandy Aftel, perfumista y autora de varios libros, entre ellos “Essence and Alchemy. A Natural History of Perfume”.
El perfume erótico infalible, con datos científicos que lo respalden, se puede decir que no existe… Se ha demostrado que la vainilla, estimula particularmente la excitación sexual en los hombres. La davana hace lo propio en las mujeres, no en vano, es un poderoso regulador hormonal y activador de la libido –al igual que el ámbar gris–, puede que estos beneficios aporten a sus moléculas el suficiente poder olfativo para ponernos a tono. En la literatura antigua de todos los tiempos, se menciona el olor corporal como el más afrodisíaco, no es de extrañar que muchas creaciones olfativas se inspiren en las sutiles y tórridas secreciones epidérmicas como reclamo de placer sensorial. Lo interesante aquí es determinar: ¿Qué hace a un perfume erótico?
Una respuesta que no goza de unanimidad. Para unos, son tremendamente sexys los que rebosan cítricos, aldehídos o hierbas, que aportan frescura y ese matiz cristalino como de piel limpia, pura, casta, sin mácula. Algunos aman el pachulí, otros, lo detestan. Y hay quienes prefieren los que se orquestan en torno a las notas olfativas densas que más elevan la temperatura corporal: animálicas, especias y moléculas indólicas, como el jazmín, el azahar o la tuberosa. Todo es cuestión de química, al final.
Había una joven dama que por Julia respondía, el pachulí adoraba, siete frascos utilizó, hasta que al cielo su olor ascendió, y a todos los ángeles alborotó. Ethel Watts Mumford

Impulsos carnales, el porqué del poder de las notas animales
Nuestro sentido del olfato está conectado con el sistema límbico –eso ya lo sabemos–, el área del cerebro que alberga nuestras emociones, pero también los impulsos sexuales. Un recordatorio de nuestros ancestros que caminaban a cuatro patas, con la nariz pegada al suelo y a los traseros de sus compañeros de travesía. Esa “suciedad” que aportan al perfume ciertas notas animales o raíces, como el costus y el Spikenard o Nardo jatamansi, se llevan el premio a las más sexys de todas por la escatología que pueden aportar a una fragancia, pero, al mismo tiempo, unos matices únicos, difíciles de describir, que nos conectan con nuestra esencia más primigenia.
Las notas animálicas evocan los olores descorteses del cuerpo humano y de los animales, según Aftel. Como la civeta, esa secreción del mamífero asiático del mismo nombre, que se lleva la palma en eso de promover los deseos más primitivos. Los encontramos sexys ahora y lo han sido a lo largo de la historia, es lo que hace que nuestra nariz se sienta atraída hacia áreas erógenas de otras personas, como la nuca o partes vellosas. Zonas que nos conectan con la sexualidad más rotunda.
Sadonaso de Nasomatto, se eyecta como un torbellino de secreciones animálicas y úricas. Explícito y sin miramientos. Un animalismo que se ve contenido por cierto matiz dulzón en su evolución, muy de piel, sumiéndote en una confrontación entre lo salvaje y lo disciplinado. Entre lo que quieres que sea y lo que “debería ser”. Un perfume sin normas, ni reglas, ni planteamientos sobre lo políticamente correcto. Sadonaso te enfrenta a un encuentro sudoroso, una suciedad paradójicamente limpia, y su estela, absolutamente adictiva, supone un reto olfativo para unos, y un resultado demasiado sutil para otros.
Almizcles, ámbar, vainilla o notas animales, entre las que la civeta parece estar presente. Como mera suposición, ya que su creador, Alessandro Gualtieri, transgresor y retador, nunca confirma los materiales empleados. Sadonaso es de esos perfumes que plantea la verdadera esencia del placer. Como sumergir la nariz en los pliegues corporales, los que realmente albergan cualquier atisbo de sexualidad. Para sentir en las distancias cortas, en la intimidad del encuentro.

Igual de pecaminoso se manifiesta Dionisio de Tiziana Terenzi, un Opus Magnum en torno a las notas más eróticas: sobredosis de ámbar gris (presente en las notas de salida, corazón y fondo), almizcles vetustos y el poder seductor de las feromonas, esas moléculas capaces de alterar el comportamiento humano. Pero también exhala el matiz narcótico del indólico jazmín y el bourgeonal del lirio de los valles, un ingrediente poderoso, muy usado en perfumería que, curiosamente, dicen que los hombres perciben más que las mujeres.
Lo interesante del bourgeonal es que, según la revista científica Science, es una enzima con un olor muy característico, segregada por una proteína de la mujer fértil, que atrae al esperma en su camino hacia el óvulo. Imposible resistirse a Dionisio, la esencia del éxtasis, la embriaguez sensorial, fusión de lo divino y animal que enciende la chispa primordial. Tal como representa el Dios olímpico de la fertilidad y el placer al que rinde homenaje.
Dionisio te envuelve en un torbellino de frenesí que anula la mente consciente. Desata tus hilos, te apaga cognitivamente y te obliga a moverte a través de las emociones más primitivas. En su salida, te atrapa la dulzura de la vainilla, un engaño olfativo que seduce y te precipita hacia el abismo del placer más tosco y explícito. Brutalmente animálico. Dionisio es una absoluta declaración de intenciones. Es extremadamente masculino y profundamente femenino al mismo tiempo. Un jugo que se proyecta sin pedir permiso, impulsando su estela adictiva más allá del perímetro de la piel.

Recetas narcóticas, una armonía muy de piel
Dentro de la categoría de “Los Narcóticos”, posiblemente una de las preferidas de Kilian Hennessy, encontramos la nueva Can’t Stop Loving You, “un perfume que celebra el amor”, según describe la propia marca. Un reclamo, aparentemente inocente, que enciende las almas más estoicas por esa contradicción olfativa que gira en torno al azahar norteafricano –la flor del amor eterno, la inocencia y la virginidad–, según la “Floriografía” o lenguaje emocional de las flores; y el Paradisone, una modernización de la molécula hedione de perfil jazminoide que, según dicen, te tiende la mano para adentrarte en el auténtico paraíso.
Cistus, miel, estoraque, incienso o vainilla, son los complementos que hacen de Can’t Stop Loving You ese elixir que te penetra olfativamente y te viste con su aura seductora infalible. Un sillage que emite matices cítricos, florales, amaderados, absolutamente lactónicos y lechosos… De esos que te impulsan a cerrar los ojos y dejarte llevar por su sinfonía erótica. De los que te acorralan, para rendirte al placer, un placer distinguido que se aleja de las secreciones mundanas para envolverte en una pura exquisitez fragante.

Sex and the Sea de Francesca Bianchi, también evoca el placer sin fin, la atmósfera erótica de un encuentro sexual en la playa. Piña, coco, sándalo, ládano o vainilla, aportan esa cremosidad de piel que lo hacen completamente adictivo. Un fetiche olfativo, una locura sensorial que te impacta a la primera inhalación para ir evolucionado hacia cotas más altas. Las cotas del placer, un placer con mayúsculas si te dejas llevar. Resulta casi imposible describir qué hace sentir Sex and the Sea si una quiere ser fiel a su discurso. ¿Cómo definir el éxtasis olfativo? Cuando una fórmula es tan afín a tu piel que parece haber sido cincelada a medida.
Sex and the Sea, cumple lo que promete. Esa sensación salina del mar rompiendo en tu piel, con la amalgama de la lechosidad de la piña, el coco y el sándalo, una mezcolanza puramente hipnótica y embriagadora, de una insolencia sin límites. Directa, provocadora, insinuadora… Un BOOM para los sentidos
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