Siempre que me planteo hablar de Ayuna, me resulta complejo. Ayuna es una de esas marcas creadas con mucho mimo en la que cada uno de sus elementos está muy pensado. La primera vez que probé su ritual, mi piel se transformó por completo…
Llegué a Ayuna por pura intuición, esa habilidad que me funciona cada vez que veo una marca nueva. Lo curioso es que fue escaneando las novedades que siempre presenta Indie Beauty Expo, una de mis exhibiciones de belleza preferida. Lo primero que pensé es que era americana, como el grueso de las marcas amparadas por la IBE, hasta que descubrí, para gran sorpresa y emoción mía, que era ¡española!
Resumir qué es Ayuna, no es moco de pavo… Pero, a grandes rasgos, se podría decir que se ciñe a la categoría de eco lujo, ya que sus productos aúnan valores como la sensorialidad y la exclusividad, y los valores de la química verde y la sostenibilidad. Lo que más me gustó es la filosofía que preconiza: la del Wellaging, el arte de envejecer bien, aceptar el envejecimiento como un proceso natural positivo de la vida sin oponernos a él, luchar por el buen envejecer, y no contra él.
Otro de sus grandes lemas que define el monto total del portfolio de Ayuna es “menos productos, más concentrados y efectivos”. Su formulación se centra en el ayuno epidérmico terapéutico. Se sabe que cuando ayunamos, esa restricción calórica inicia procesos de reparación y regeneración a nivel celular y molecular. Bien, pues las investigaciones que ha hecho la marca han demostrado que, a nivel cutáneo, ocurre lo mismo. Y así nació, con la idea de simplificar la rutina y prescindir de sustancias que la piel no necesita.
Los ingredientes para formular los productos de Ayuna, se obtienen por química verde, a partir de cultivos de células madre de raíces y plantas, como la cúrcuma, la centella asiática o la zanahoria, que aportan fitopéptidos y plasma rico en factores celulares que luego son los que consiguen obrar el milagro en la piel (usar Cream durante 28 días mejora radicalmente la piel en su totalidad. Doy fe). Como conservante, añaden lactobacillus fermentado en coco que, además, sirve de alimento para la microbiota cutánea y así fortalecer la barrera de la piel.
Pero otra de esas cositas que me gusta de la gama de Ayuna y además sirve de hilo conductor en todos sus productos es su firma olfativa. Tal cual. El olor en Ayuna es natural y sensorial porque se trata de un complejo aromaterapéutico natural creado ad-hoc para la firma a base de aceites esenciales de Gurjum, Palo Santo, Mirra, Manzanilla, Romero y Buchú, que no solo tiene la función de aportar aroma, sino de atemperar las emociones y calmar la mente.
Y aquí es adonde quería llegar. Porque el objetivo de este post es hablar de la nueva incorporación a la familia Ayuna: Dojo, o perfume consciente, una fragancia 100% natural (con un 65,2% de ingredientes de origen orgánico) que dota de personalidad propia al sello olfativo de la firma. A base de aceites esenciales puros, con una delicada salida frutal, un corazón entre floral y medicinal (camomila romana, romero y rosa), y fondo aromático, cálido y amaderado (Palo Santo, cedro, mirra y mi resina preferida, el Breu Blanco. El Benjuí y bálsamo de Gurjum, redondean el ADN aromático de la casa.
Dojo hace honor a la tendencia actual de fragancias funcionales, esas que no solo aportan olor, sino que sanan el espíritu. Y lo hacen por la acción psico-aromaterapéutica de los aceites esenciales, el alma de las plantas, su esencia más pura, con la vibración energética más alta. Los que saben de esto, han comprobado que cuando estamos enfermos, nuestra vibración energética es muy baja, de ahí el poder curativo de las plantas, su frecuencia es mucho más alta, por tanto cuando nos exponemos a los aceites esenciales o los aplicamos tópicamente, nuestra frecuencia se eleva y sanamos. Así de sencillo y así de complejo al mismo tiempo.
En versión spray y roll-on, Dojo, cuando se rocía o se masajea (es de esos perfumes que puedes echar sin temor en la piel para que se los beba), actúa a través de dos vías: la nasal y la cutánea, generando una respuesta emocional positiva que nos hace sentirnos muy bien. Pero que muy bien. Por mi trabajo he tenido y tengo la fortuna de oler muchas fragancias, es una de mis categorías preferidas, pero puedo decir, que Dojo no se parece a nada que haya olido antes. Parece afrutado pero se torna herbal, medio balsámico y absolutamente limpio y reconfortante. Así es Dojo, único y personal, porque en cada piel evoluciona de una manera diferente.
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