Siempre he sido muy observadora. De pequeña me quedaba hipnotizada viendo cómo mi tía abuela (o abuela postiza) comenzaba su ritual de belleza. Cogía su neceser, lo soltaba en la mesa e iba sacando los productos. Pero había un producto que recuerdo especialmente: el Agua de Belleza Visnú, un clásico español por aquella época, secreto inconfesable de las buenas pieles de nuestras abuelas. Aquella loción dejaba una pátina blanquecina sobre la piel y olía… Mmm. La blanquecina pátina de aquella imagen y su olor conmovedor definieron el canon clásico de belleza en mi mente. Por eso cuando descubro un nuevo ejemplar de esos que llaman “perfumes empolvados” me retrotraigo a mi infancia y a aquella imagen de tocador tan inspiradora.
Es lo que transmite el olor empolvado, feminidad, vintage, protección… También asociado a la infancia, a esos momentos de irritación que son calmados con Talco. Son aromas lejanos, nos envuelven en nostalgia e incluso despiertan la memoria atávica, y siempre los asociaremos al calor y el amparo. Mi idilio con los perfumes atalcados comenzó con Chanel No. 19, mítico y emblemático, aquel aroma despertó en mí sensaciones únicas. Pero luego llegó Teint de Neige de Lorenzo Villoresi, único en su categoría por su intensidad y su persistencia. El que más evoca el matiz de un rostro realzado con polvos de arroz perfumados, aquellas beldades de la Belle Époque, el olor del refinamiento y la belleza por antonomasia.
Por eso cuando analizo un nuevo perfume y veo que entre sus notas están el heliotropo, la almendra, el iris o la violeta, sé que agitará mis sentidos. Las notas empolvadas tienen un sinfín de matices olfativos. Algunos polvos son seductores y embriagadores; otros, suaves y sedosos, como enfundarse en un suéter de cachemira. Pero sin duda, la nota que da ese cariz calcáreo a los perfumes es el Iris. Venerada y apreciada en perfumería por su matiz terroso y su costosa extracción que conlleva múltiples transformaciones que pueden durar hasta 6 años… De ahí su elevado coste (para conseguir 100 gramos de absoluto de iris se necesitan 40 toneladas de rizomas). El rizoma del iris se recupera después de cuatro años de plantación y estará encerrado en bolsas de yute durante 3 años. Finalmente, el iris se mezclará, se triturará y se destilará varias veces antes de obtener la esencia preciosa: el absoluto.
Pero hay otros ingredientes que confieren a la fragancia ese punto limpio y aterciopelado que tienen todos los ejemplares de la categoría. La mezcla de rosa y violeta es la responsable de aportar ese toque retro a muchas fragancias, igual que si se mezclan la violeta y el heliotropo. Una combinación más moderna se consigue con almizcles que otorgan esa sensación de limpieza y frescura jabonosa. Chanel mezcló las notas polvorientas del iris y la violeta con vainilla y frutas para conseguir despertar la nostalgia con Misia (colección Les Exclusifs). Villoresi mezcló el Heliotropo con almizcles, aldehídos, jazmín e ylang-ylang para conseguir ese punto retro-chic cremoso tan embriagador de Teint de Neige.
Iris Poudre de Frédéric Malle, creado en el año 2000 por el perfumista Pierre Bourdon, también parte del dúo violeta-rosa, pero se ayuda de los cítricos, los aldehídos, la bergamota y las notas florales de magnolia, ylang-ylang y jazmín para hacer del jugo un delicado elixir de feminidad elegante e imperturbable. Y también en “Poudre” acaba el nombre del nuevo lanzamiento del inglés James Heeley, pero comienza una nueva aventura de blancos empolvados. Blanc Poudre prefiere las notas de flor de algodón, polvo de arroz, almizcle, vainilla y sándalo para componer la melodía de los nuevos tiempos. Esa mezcla hace que este eau de parfum sea limpio y elegante, correcto; pero lechoso, sensual y adictivo al mismo tiempo. Hay una cosa que me gusta de los perfumes, y más de los perfumes que me gustan, y es que cuando muevo la mano, giro el cuello o balanceo mi cuerpo, una estela de aroma zigzaguee bajo mi nariz como en un intento de hacer “toc, toc”, sigo aquí, nunca me fui… Blanc Poudre es uno de ellos.
Al parecer el Sr. Heeley diseñó esta fragancia hace cinco años para una revista de moda rusa. “Me pidieron que creara un perfume basado en la escultura Michael Jackson and Bubbles, de Jeff Koons. La escultura satírica es de cerámica y muestra a Michael Jackson, el rey del pop, sentado en medio de flores caídas con su mono mascota, Bubbles, sentado en su regazo. El perfume que creé se usó para perfumar las páginas de la revista usando un sistema de micro-encapsulación. Utilicé ligeras notas florales de iris, rosa, violeta y jazmín para representar las flores que se ven en la escultura, el almizcle blanco y empolvado para representar la porcelana y un acorde animal, la civeta, para representar al mono. Esta composición tiene mucho sentido porque la civeta concuerda perfectamente con las notas florales. Esa fue la base de este perfume, que ha sido reelaborado para crear el nuevo Blanc Poudre agregando notas de vainilla y sándalo”, comenta el propio James.
Es lo que tienen los aromas empolvados, que aunque los asociemos al pasado, siempre escaparán de las modas, son atemporales, nos avivan la nostalgia, nos hacen sentirnos bien y, además, huelen de maravilla…
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