Toca hacer balance. Recordar lo bueno [y malo] que nos ha dejado el año que pronto expira y predecir qué nos deparará la belleza en el que en breve se estrena. Aquí una síntesis.
Todos los años por estas fechas tengo el mismo propósito. El de sentarme conmigo misma en silencio y recapacitar sobre el tiempo transcurrido. Recordar las cosas buenas para agradecerlas, y las malas también, porque nada ocurre en vano. 2018 me ha traído cosas buenas (aparte de la cosmética vaginal, un punto de inflexión en mi ritual de belleza…). El 15 de mayo nació esta web, todavía es un bebé, pero con suficiente energía y confianza para hilvanar el futuro con hilo firme. 2018 ha sido el año de la cosmética limpia, no tóxica y cruelty-free; el año en el que hemos recordado que la naturaleza tiene remedios para casi todo, como los adaptógenos o la química del buen rollo, léase Mucuna, una variedad que eleva los niveles de L-Dopa, o la Albizzia (el árbol de la felicidad eterna), el Prozac herbal que lleva siglos utilizándose en Medicina China por su capacidad para apaciguar el Shen (espíritu).

Pero también hemos ido más allá de las virtudes psicotrópicas de una variedad que ha ido enraizándose en las formulaciones cosméticas de vanguardia con la misma avidez que la especie herbácea que le da nombre: el Cannabis, ingrediente héroe del que se extrae una forma purificada no psicoactiva, el CDB, aprobado por la FDA (Food & Drugs Administration) para uso cosmético, utilizado en lociones antiinflamatorias, analgésicas, nutritivas y rejuvenecedoras, un detonante que dio como resultado el boom de la cannabinoidemanía. Las marcas más ‘cuquis’ del territorio indie cuentan con un ejemplar de aceite infusionado en CDB que se venden en sitios de culto como CAP Beauty o Credo en Nueva York, pero si quieres tus propios ejemplares, haz lo que las celebrities, ¡infusiónatelo tú mism@!, la obsesión por lo artesanal y el Do-It-Yourself nos ha llevado a contar con artilugios que nos permiten macerar en aceite o mantequilla la especie herbal que queramos, como el dispositivo LEVO, un aparatejo a lo Nespresso que ha conseguido revolucionar el arte del infusionado.
Claro, en California, epicentro de las tendencias más healthy, todo es más fácil ya que se legalizó la Marihuana con fines recreativos el pasado mes de enero, mientras que en España el debate (y la controversia) siguen abiertos. La fiebre cannábica ha llegado incluso a los bajos fondos, por cierto, otra gran tendencia de este año que termina que ha elevado la vagina a la categoría de tótem. Marcas como Foria han relacionado Cannabis y salud vaginal y sexual con la misma soltura que la Pedroche enfundándose su outfit de nochevieja… La marca argumenta que utilizar tampones y supositorios vaginales con cannabionoides puede ser más efectivo que un Ibuprofeno para tratar el temido síndrome premenstrual, y lo que es peor, casos ultra dolorosos como la dismenorrea por sus efectos analgésicos y antiinflamatorios. Foria utiliza en sus productos los dos derivados del Cannabis: el CDB, no psicoactivo, y el THC (tetrahidrocannabinol) que sí lo es, pero resulta interesante a efectos terapéuticos por su acción analgésica y moduladora del humor.

Junto al Cannabis han habido otras sustancias que han irrumpido con fuerza en el sector cosmético para crear categorías que restablezcan nuestra maltrecha barrera epidérmica: los probióticos, esos bichitos benevolentes con la ardua tarea de reparar lo que otros se han cargado. Marcas como Gallinée, con prebióticos, probióticos y ácido láctico, equilibran el pH, refuerzan y protegen la piel. Pero el gran enemigo a abatir sin duda ha sido la luz azul… Ese endemoniado destello lumínico que emana de dispositivos electrónicos y otras fuentes ha logrado que la cosmética anti-polución rubrique un nuevo capítulo: la tecnología Blue Light. Marcas como Estée Lauder se han apresurado en lanzar escudos cosméticos, como Advanced Night Repair Eye Supercharged Complex Syncrhonized Recovery, un concentrado para el contorno de ojos que trata de paliar sus nocivos efectos.
También hemos hablado de un wellness exacerbado donde las saunas de infrarrojos, los baños de sonido y de corte ritual, los perfumes basados en la astrología, los elementos o el Tarot y la gemoterapia, han invadido los feed de Instagram. Parece que la culpa la tiene la generación milénica, la mayor fuerza impulsora del rápido crecimiento del sector del bienestar en los últimos años. Según los informes, un 78% asegura querer gastar su dinero en Experiencias, no en Cosas. Precursores de la Conscious Beauty, de la sostenibilidad, el desarrollo de la espiritualidad, fascinados por la autorrealización y la superación personal, alicientes más que suficientes para ensamblar el paradigma de la nueva belleza. Al mimo tiempo, “el efecto Rihanna” y su Fenty Beauty han logrado que la inclusividad sea el mantra que se recite en otra de las categorías que más ha crecido este año: el maquillaje, las paletas de color se han ampliado hasta 40 tonalidades (incluso 60 en algunas marcas), para que ninguna raza, mestizaje o género se quede sin su matiz perfecto. La J-Beauty (Japanese Beauty) ha destronado (al menos intentado) a la K-Beauty, (Korean Beauty) hasta ahora semillero de nuevas tendencias, reivindicando su liderazgo en la materia; pero ojo que la C-Beauty (Chinese Beauty), es el nuevo jugador al alza que augura una innovación importante en los próximos años. Tradición e innovación, un binomio suculento que solo las mentes orientales parecen poder gestar.

Y ante semejante panorama, ¿CÓMO SE AUGURA 2019?
La sostenibilidad, la espiritualidad, la customización y la belleza experiencial, materias iniciadas por los Milennials, parecen seguir avanzando hasta modelos perfeccionados en sus categorías. El Mood to order o humor a la carta, parece despuntar ante un reclamo global de beneficio emocional. La belleza también se nutre de las emociones, queremos cosméticos que vayan más allá de la simple hidratación, por tanto es previsible que los aceites esenciales se beneficien de un repunte al alza como moduladores eficaces del estado de ánimo, un catálogo que puede abordar desde el despertar de la inspiración y la creatividad, la relajación nivel yogui, o el aumento del coraje y el valor para encarar las contiendas diarias de la vida.
Marcas como Vitruvi han modernizado el concepto de aromaterapia con su imagen minimal y vanguardista y sus mezclas punteras; Happy Spritz y sus brumas de packaging optimista pretende aderezar la rutina con elixires pro buen rollo con mensajes como “Buenos días, bella” o “Dulces sueños, querida”… Y lo digo en femenino, porque según un informe de Mintel, la agencia líder de inteligencia de mercado, un 23% de las mujeres urbanas chinas entre 20 y 24 años sufren ansiedad y depresión; y el 72% de las británicas entre 16 y 24 años, demandan fragancias que activen su claridad mental. Los bálsamos labiales de Oh-Yeahh-Happiness aseguran aumentar los niveles de serotonina hasta 2,8 en 30 minutos y la francesa Shigeta, ha formulado unas sales de baño para cada fase lunar que nos aseguran fluir con los cambios.

Pero otro de los grandes frentes abiertos es la sostenibilidad y todo lo que conlleva. Más centrado en materia cosmética, se tiende a la cosmética sólida y la no utilización de agua, por lo que el formato barra o stick repuntarán al alza, algo que ya tienen claro marcas como We Are Wild o Josie Maran. “Residuos bajo cero” no solo será una tendencia candente en 2019, sino todo un movimiento hacia un nuevo arquetipo de industria de la belleza y cuidado personal, un gran desafío, sobre todo para grandes emporios que no tienen tanta agilidad y capacidad de reacción como las marcas pequeñas. Parece que 2019 nos obligará a simplificar, a racionalizar. La belleza coreana, con un radar pluscuamperfecto para la vanguardia y los deseos del consumidor, ya ha empezado la corriente proclamando el “Skip-care”, reduciendo su consabida y más que publicitada rutina de 10 pasos a unos pocos y esenciales. Será la era del Wabi-Sabi, encontrar la belleza en la imperfección, y de la filosofía KonMari, un método oriental para mantenerlo todo en orden (incluso la mente).
Esa simplificación nos llevará a elegir formatos mini, más nómadas y prácticos, además de permitirnos probar más productos a menor coste. Los Discovery Kits serán el objeto de culto de amantes del niche. Pero si a ello se le une el factor experiencial, el éxito está asegurado. Scent of a Mountain es un proyecto del Estudio de Arquitectura Riebenbauer (Viena), que captura, literalmente, la esencia de la montaña, la encapsula en pequeños viales de cristal en los que se apresa una ramita de la materia prima 100% natural capturada en el entorno. Más natural y experiencial, imposible…
Pero… Ohhh, sí! La gran tendencia que ya ha despuntado y muy posiblemente eclosionará en el año venidero es la inteligencia artificial y los algoritmos en belleza. El famoso Big Data o esas grandes bases de datos con todas nuestras inquietudes y necesidades se han convertido en la golosina de los ávidos de vanguardia que pretenden crear el producto perfecto. Prose, la quintaesencia de la personalización capilar, utiliza cuestionarios a base de algoritmos para formular el champú único, perfecto, nada que hayas probado antes. Lo mismo en el caso de Function of Beauty. Hasta la archiconocida Schwarzkopf está realizando pruebas en Japón con un dispositivo manual con sensor infrarrojo que detecta la estructura molecular del cabello y analiza los niveles de humedad para que después una máquina elabore los productos ad hoc en 50 segundos. Luna fofo de Foreo, nos ofrece la posibilidad de experimentar la limpieza 100% personalizada e inteligente a través de una aplicación. Sus sensores chapados en oro de 24k hipoalergénicos incrustados en la silicona del dispositivo, interpretan los niveles de hidratación de la piel y envían los resultados directamente a la pantalla del SmartPhone para mantenernos informados de su evolución. Ahora el aparatejo ya está programado para realizar la secuencia de limpieza perfecta y a medida de tu piel. La marca coreana Toun28 (inversión de AmorePacific, el gigante de la cosmética coreana) preconiza la “belleza orgánica fresca”, ofreciendo un servicio de suscripción cosmética de 28 días (lo que dura el ciclo natural de regeneración de la piel), elixires envueltos en papel reciclable, que no utiliza colores ni materiales plásticos ni artificiales, por tanto, pueden ser reciclados y reutilizados. ¿En qué consiste? Pues una vez te registras, un miembro de la marca te visita para realizarte un cuestionario minucioso y un examen de las condiciones de la piel. Luego, a través del big data se formulan los productos frescos y personalizados para cada individuo.
Quién sabe si tanta ciencia ficción terminará siendo un experimento de inteligencia artificial avanzado que cobra conciencia y termina exterminando a la raza humana… Aunque esto ya lo hizo Terminator en 1984…
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