Cualquier día, 16 h. Sales de comer del bar de al lado de la oficina y te da la sensación de que has sumergido tu cabellera en la freidora… Tienes una reunión importante y cada vez que agitas la cabeza te vienen a la memoria las croquetas de jamón. ¡Socorro!
Jueves, 19 h. After work. Se te ocurre citar a los compañeros de trabajo en una de esas terrazas cubiertas que están en el exterior pero a buen recaudo. Todos a tu alrededor fuman. A las 21h tienes una cena importante y quieres quedar muy bien, pero una nube densa de nicotina y alquitrán acecha todo tu ser… ¡Socorro!
Lunes, 18 h. Te apuntas a la maratón del barrio, lo das todo para conseguir tu mejor marca. Y la consigues. Pero sientes que tu cuero cabelludo echa humo y un olor inconfesable te azota la nariz (y las ajenas) insistentemente. ¡Socorro!

Son mil y un momentos en los que nuestro cabello coge buena nota de todas nuestras hazañas y andaduras dejando tras de sí una estela delatadora. Y todo por una razón: la porosidad del cabello lo hace susceptible de pillar cualquier molécula olorosa que encuentre a su paso. Sí, nos delata. Por este motivo hay muchos que se atreven a afirmar que es mejor vaporizar el perfume en el cabello que en la piel. Porque el pH de la piel puede desvirtuar el aroma, sin embargo el cabello lo reproduce con exactitud y hace que se evapore más lentamente.
Esa explosión de nuestro perfume favorito cuando meneamos un poco la cabeza, es de lo más estimulante. Quizás esta sea la razón por la que las brumas perfumadas capilares estén en auge. Aunque este gesto no es nada nuevo. En el siglo XVIII ya aromatizaban las pelucas con polvos y pomadas perfumadas por aquello de que la higiene no estaba en su momento álgido… Al menos dejabas un sillage a rosas a tu paso.

Claro está, las brumas perfumadas actuales están pensadas para esta delicada zona, por tanto tienen menos alcohol (o nada), y eso les hace sumar otra ventaja: evita que se alteren cueros cabelludos y pieles irritados o muy sensibilizados. Aunque también hay opciones veganas, para los que buscan el libre de parabenos y químicos en todo lo que se aplican en el cuerpo, como La Brûmée, una idea de la doctora Anne Claire Walch, que queriendo rendir homenaje a sus veranos en Grasse, la cuna del perfume, ha lanzado esta gama de brumas ultra naturales que además de perfumar y no competir con el aroma de tu perfume habitual (dicen que permite un buen layering), tienen una acción nutritiva y rejuvenecedora sobre la fibra capilar.

Yo me confieso fan del Hair Mist Carnal Flower de Frederic Malle (150 €). Puedo decir que este es uno de mis perfumes favoritos, tiene una estela y una longevidad que no he sentido en otros perfumes, un prodigio rescatando el matiz más fresco y lechoso del nardo. Es absolutamente adictivo. Y afrodisiaco. Eso me han dicho… Pero también me gustan Eau des Sens de Diptyque (40 €) y Mojave Ghost de Byredo (50 €) porque con ellos multiplico esa sensación de limpieza floral, son delicadas, nada invasivas, pero absolutamente perceptibles, de esas que siempre te preguntan qué llevas puesto. Ambas versiones son muy apetecibles para llevar en el bolso (o la mochila, o donde quieras) por su práctico tamaño y packaging compacto. Yo me los suelo llevar cuando voy de viaje, son aptos para controles aeroportuarios muy estrictos (París, New York…) y te permiten rociártelos a todas horas sin temor a sufrir un coma etílico por sobredosis de alcohol.

En mi ranking de perfumes capilares también incluyo el de Teint de Neige de Lorenzo Villoresi (50 €), la versión capilar del mítico perfume empolvado del perfumista italiano que para mí hace tiempo pasó a formar parte de mi lista “Que nadie me lo toque”. Aunque Chance Eau Vive Parfum pour les cheveux de Chanel (43 €) también me hace cosquillitas porque la estela floral afrutada que deja es muy refrescante en verano. De esos que inspiran buen rollo…
Dicen que es un nuevo gesto para el cabello, una nueva forma de perfumarse, yo creo que tiene muchas ventajas y cada vez hay más marcas que están lanzando su versión Hair Mist. ¿O solo se trata de una nueva argucia del marketing para no parar la rueda de la neofilia haciéndonos sentir que lo necesitamos? ¿Ahora tenemos que comprarnos un perfume y además una bruma perfumada para el cabello? ¿No tenemos bastante con uno solo? Esto tiene muchas lecturas. Es cuestión de analizar su utilidad. Bajo mi punto de vista, las brumas perfumadas son más compactas, menos alcoholizadas (suelen ser versiones más ligeras del perfume original) y tampoco pasa nada si te extralimitas y cae un poco más allá del cráneo… Y eso de eliminar malos olores del cabello sin dañar la fibra, para mí, no tiene precio…
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