Fui una adolescente privilegiada. Tuve una piel lisa y luminosa, como la superficie del carrillo glúteo de un bebé. Una maravilla. No fui víctima del acné adolescente. Todo parecía funcionar muy bien en mi interior, a pesar de ser una adicta confesa al azúcar, uno de los ingredientes de la dieta más demonizado actualmente por la comunidad médica precisamente por acusarlo de fomentar los temidos brotes. Pero al cumplir 30 la suerte viró. En un momento vital complejo de por sí, además de a otros cambios, me tuve que enfrentar a este. No lo supe encajar muy bien, la verdad, porque además ya entraba en la categoría de “adulto”, difícil de tratar y complejo de entender, porque según los expertos, las causas, son muchas…

Me siento afortunada por mi profesión. Me ha permitido no solo probar diferentes tratamientos, sino ahondar en la investigación, consultar a expertos, ir atando cabos hasta llegar al germen de un problema, mal que nos pese, que va en aumento… Probé con la dermatología convencional, esa que todos conocemos y en algún momento de nuestras vidas seguro hemos recurrido a ella. Pero lejos de hallar la solución a mi problema, encontré frustración… No solo no servían de nada los tratamientos tópicos que me prescribían, sino que terminaron debilitando más mi maltrecha piel que no entendía bien qué le estaba pasando. Crucé la línea y me fui al bando de las terapias alternativas en un esfuerzo titánico de encontrar respuestas.
Medicina energética, Ayurveda, Medicina Tradicional China… Todas tenían evidencias lógicas capaces de dilucidar el porqué de tamaño problema. El acné, y más a edad adulta, es una fuente de sufrimiento, mina la autoestima, te debilita anímicamente y, si además tienes la maldición de sufrir el quístico, sus secuelas hacen mella no solo en la superficie de la piel, sino en la del alma… Suena trágico, pero quien lo sufra, sabrá de lo que hablo. “Eso es un desequilibrio hormonal”; solían sentenciar la mayoría de expertos. De acuerdo. Pero, ¿qué causa ese desequilibrio? Yo llegué a muchas conclusiones. He escrito muchos artículos sobre esta cuestión, he entrevistado a muchos expertos, de diferentes ramas o enfoques terapéuticos, y yo tengo mis propios argumentos.

Desde un exceso de toxicidad en el organismo (Ama, para el Ayurveda) que encuentra como mejor vía de escape la piel en forma de forúnculos o protuberancias, hasta unas suprarrenales agotadas por un estrés excesivo y sostenido en el tiempo. La hiperactividad de las glándulas suprarrenales, produce un exceso de hormonas androgénicas (hormonas sexuales masculinas), sí, las mismas que causan la alopecia y el hirsutismo (exceso de vello en el cuerpo), ello, sumado a esos estrógenos que van en caída libre en un intento de esquivar los vaivenes naturales de los ciclos femeninos sin fortuna, termina acabando en catástrofe… Pero la Medicina Tradicional China y su enfoque holístico y preventivo me hizo entender la importancia de lo que supone un desequilibrio energético en un órgano o grupo de ellos.
En el caso del acné, el síndrome (como ellos lo llaman) es complejo y variado, pero uno de los que siempre suele estar implicado es el hígado, por tanto liberarle a nivel fisiológico y energético, resulta imprescindible. Y he llegado aquí (podría seguir páginas y páginas…) porque precisamente para la medicina china la terapia herbal se torna imprescindible para tratar, controlar y erradicar el acné. Esto lo aprendí hace unos años cuando entrevisté para la revista L’Officiel al experto en medicina tradicional china, rama dermatología, Dr. Mazin Al-Khafaji, de Avicenna Center (Londres), y precisamente de allí extraje el ungüento que ha sido capaz (por fin) de controlar no solo el brote, sino las secuelas de mis ingratas protuberancias. La pócima mágica se llama Dian Dao Shui Gao, en cristiano “Pure & Clear Cream”.

Mi profesión hace que me sienta suelta en esto de interpretar INCIS (puede que me equivoque, pero yo me siento suelta), y no pude evitar escudriñar el de este pequeño tarro, de packaging discreto y conciso, como si tuviese en mis manos la verdadera (y definitiva) fórmula de la eterna juventud. Y así pude comprobar su interesante combinación de activos bactericidas, antisépticos, antiinflamatorios, pero también nutritivos y regenerantes, lo que en el estándar del periodismo de belleza solemos denominar “antiedad”. Ingredientes nada nuevos en esto de matar a la bacteria responsable del acné (Propionibacterium Acnes), como el romero o el azufre, que además de antibacteriano es queratolítico, es decir, facilita el desprendimiento de la piel muerta que bloquea las células y evita que los poros se bloqueen y, según algunos informes, en sinergia con el aceite esencial de árbol del té (también presente en la fórmula), potencia la acción bactericida y antiinflamatoria.
Pero también contiene extracto de corteza de Phellodendron Amurense (no tan conocido), utilizado desde antiguo en medicina china por su potente efecto bactericida; o Polygonum Cuspidatum, también llamado bambú mexicano, cuyo detalle más interesante es que es una especie con una alta concentración de resveratrol, un potente antioxidante con mucha literatura sobre las espaldas de sus moléculas y ríos de tinta desde que se hicieran patentes sus propiedades antienvejecimiento (no en vano es activo estrella en tratamientos antiarrugas y suplementos rejuvenecedores). Lo que quizás no sepamos tanto es que el resveratrol también es antiinflamtorio, antibacteriano y antifúngico, lo que lo hace muy interesante para tratar el acné en pieles tirando a maduras, además de su gran cualidad de mejorar el flujo sanguíneo y oxigenar tejidos, esto ayuda a ralentizar la descomposición de colágeno y elastina, claves para mantener la piel joven.

¿Más cosas interesantes? Pues además del Palmitato de Retinilo, un derivado de la vitamina A (hoy por hoy considerado el tratamiento de 1ª línea para tratar eficazmente el acné), contiene aceite de rosa mosqueta. Y ahora dirás, ¿un aceite para tratar el acné? (¡!). Pues resulta que, según se ha demostrado, el aceite de rosa mosqueta tiene un elevado contenido de Tretinoína, otro derivado de la vitamina A, uno de los más recetados para curar el acné, pero sin sus efectos secundarios (irritación, descamación, etc.) debido a las propiedades nutritivas y regenerantes de la rosa mosqueta, perfecta para tratar además las secuelas (léase cicatrices, hiperpigmentación post-lesión, etc.).
El ungüento en cuestión es verde profundo con un más que profundo olor a verde… No apto para “Green-fóbicos”. Su uso es nocturno, salvo que no te pongas límites y quieras ser la versión humana de Schreck… a mí personalmente me encanta, ese olor intenso a campo recién abonado que rezuma fertilidad y abundancia. Casi podría decir que tiene sus virtudes aromacológicas. Además de aceite de árbol del té y romero, también contiene cítricos que, aparte de su acción epidérmica (sobre todo equilibrando la producción de sebo), potencian el buen rollo, algo que no viene mal cuando te enfrentas a un enemigo difícil de abatir…

He de confesar que al principio fui un poco incrédula. Demasiados preparados anti-acné a mis espaldas como para arrodillarme ante una nueva panacea. Pero al tercer día de uso, mi piel estaba tal cual describe la etiqueta del producto: pura y clara… Me vine tan arriba que me aventuré a probar otros productos del reconocido dermatólogo. Con serias dudas (por si un nuevo brote acusaba) me decanté por Ultra Rich VItamin E 10 %. Mi piel también tenía derecho a verse lisa y luminosa, y a pesar de las dudas, un pálpito me dijo que adelante. Su prospecto me epató: “Repleta de vitamina E con propiedades antioxidantes y antienvejecimiento que promueven un aspecto saludable y juvenil. Regenera, ilumina y mejora la apariencia de la piel”. Yo quería ver mi piel así. De una vez por todas. Y no solo me gustó lo fácil que penetra, es curiosa esta formulación, a pesar de estar planteada para pieles secas, resecas y mal nutridas, su textura es liviana, se absorbe en segundos y no deja ni un solo residuo graso. Eso sí, si no te gusta el pescado, puede que su olor te eche un poco para atrás… Pero cumple lo que dice, y eso para mí, va a misa.
Deja una respuesta