¿Cápsulas de belleza? Exclamamos en 1990 cuando presenciamos asombrados el revolucionario formato del último cosmético de Elizabeth Arden. Se trataba del mítico Ceramide, un serum restaurador de la juventud que se presentaba, por primera vez, en prácticas monodosis, a base de ceramidas idénticas a las que se encuentran de forma natural en la piel, creadas a través de bioingeniería. Un acto pionero que posiblemente ni Arden (ni el común de los mortales) se planteó que podría suponer la alternativa revolucionaria para el cuidado sostenible de la piel del futuro.
Unos cuantos años más tarde (nada menos que 30), nos encontramos en un momento en el que andamos a tortas con los plásticos y nos hacemos activistas del movimiento Zero Waste, instando a la industria cosmética a que nos ofrezca soluciones más amigables con nuestra piel, el medio ambiente y el planeta. Una buena alternativa la protagoniza el vidrio, sin duda, uno de los materiales más sostenibles, pero lo que estas esferas gomosas aportan no solo a la sostenibilidad sino a los estilos de vida modernos, nómadas, dinámicos, imparables… No tiene parangón. Eso sí, este gran paso hacia la responsabilidad ambiental, obliga a los formuladores a encontrar formas de hacer productos “anhidros”, es decir, libres de agua, para eliminar la necesidad de añadir conservantes, ya que sin agua, no hay amenaza de lavaduras ni hongos que desvirtúen la fórmula (moho, para que nos entendamos).
Lo bueno es que, al ser monodosis, no hay que preocuparse por el crecimiento de bacterias, hay menos desperdicio de producto, por tanto son más rentables, pueden evitar el impulso al abuso y aplicar más cantidad de la cuenta y hacer a los consumidores más responsables. Las fórmulas son más activas, libres de aditivos y estabilizadores que necesita el resto de productos para asegurar su estabilidad, preservan los activos de la luz o el aire, por tanto se evita su degradación. Son biodegradables, eso significa que se desintegran sin dejar residuos. Por ejemplo, las vainas de Bolt Beauty, están hechas de un derivado de las algas, la carragenina, cosechadas en condiciones eco-responsables en países como Tanzania, Filipinas o Indonesia, que además actúan como un drenaje de carbono que combate el cambio climático. Los envases donde se alojan las cápsulas de Bolt Beauty, son de tereftalato de polietileno (PET), un material 100% reciclable y reutilizable, respetuoso con el producto que contiene y con el medio ambiente.
Porque “La sostenibilidad no debería ser un argumento de venta, debería ser una norma para la gente que hace negocios”, declaró la creadora de Bolt Beauty a Beauty Independent. Así es querida. Y en esas estamos. Mientras tanto nos ilusionamos con estos nuevos ejemplos de la innovación cosmética que bien merecen unas líneas. Bolt Beauty es una de las recién llegadas, creada por la necesidad que le surgió a su creadora tras un viaje a Asia, ofrece un régimen completo para el cuidado de la piel con limpiadora, hidratante, solución para el control de la grasa y vitamina A.
Una buena forma de experimentar todas sus referencias es Travel Stackable, una complicación de todas sus referencias en dosis medidas para que cubran todo un fin de semana: Filthy Clean, su limpiador lechoso (no jabonoso para no acabar con los aceites naturales de la piel), a base de extracto de Margosa, extraído de las semillas del exótico árbol de neem. utilizado durante siglos en la medicina ayurvédica por sus propiedades antibacterianas que ayudan a mantener la piel sana y sin imperfecciones, y extractos de cúrcuma y jengibre; Glow Don’t Shine, una solución mentolada (gracias a los aceites esenciales naturales que incorpora) para reducir imperfecciones y exceso de grasa gracias a sus activos (semillas de calabaza, romero, salvia sclarea y manzanilla); Vitamin A Game, un 0,15% de retinoides y vitamina E para alisar la piel, mitigar arrugas y controlar la hiperpigmentación; y Mad About Moisture, una solución hidratante con Ácido hialurónico de diferentes pesos moleculares, con una acción hidratante profunda.
Bath Drops de Fur, además de ser biodegradables, tienen el Certificado Vegano, están hechas de carragenina, derivada de las algas rojas, la versión vegetal y ecológica de la gelatina animal (extraída de la piel, tendones, vísceras y huesos del ganado vacuno, porcino, avícola…) que se utilizaba en las perlas de baño de antaño (muy de moda en los 90). Se disuelven fácilmente en agua tibia y son realmente nutritivas gracias a los aceites vegetales de jojoba y semilla de uva, y sensoriales por su composición de aceites esenciales, como el de salvia sclarea (equilibra y calma la irritación).
Pero, sin duda, unas de las que más me gustan son las Cleansing Oil Capsules de Eve Lom. Su lanzamiento creó en mí grandes expectativas porque soy muy fan de su mítico bálsamo limpiador, uno de los pioneros en el formato bálsamo, que tan de moda está ahora. Tienen un sistema monodosis patentado, compacto y perfecto para viajar y están hechas de un material basado en vegetales totalmente biodegradable. Me gustan porque son muy cómodas de usar, la textura aceitosa es muy ligera y se convierte en una sensorial loción cuando se emulsiona con agua y se retira muy fácilmente sin dejar residuos grasos.
Su composición: extracto de corteza de Magnolia Officilanis, una planta medicinal china, utilizada durante miles de años en Asia para tratar ansiedad, reacciones alérgicas o falta de energía, excepcional calmando pieles alteradas con rojeces e irritaciones; aceite de Abisinia, extraído de las semillas de la planta del mismo nombre, un aceite único con una estructura molecular que no se encuentra en ninguna otra sustancia de origen natural, perfecto para hidratar y regenerar la piel; aceite de Camelina, también conocido con el sugerente nombre de “Aceite de Oro del Placer”, tiene un alto nivel de ácidos grasos; además de la mezcla de aceites botánicos únicos de Eve Lom, Eucalipto, Clavo, Camomila Egipcia y Lúpulo. Una delicia.
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