“Deja de ver la vida y mete la nariz en ella”, esto se dijo a sí mismo Ernesto Collado, el artista y creador escénico que un buen día fue diagnosticado de Fantosmia, una curiosa condición médica que se podría traducir como “alucinaciones olfativas” que hace que se detecten olores (agradables o desagradables) que en realidad no están presentes en el ambiente. Su nariz no era capaz de detectar los finos matices de la rosa pero sí recrear aromas que no existían. Desde este momento, Ernesto empezó a cuestionarse a qué olía su realidad y así despertó con fuerza su interés por el mundo de los aromas.

Y digo “despertar” porque probablemente Ernesto ya llevase escrito en algún rincón de su ADN esa filia por el perfume. Su abuelo, José Collado, fue un conocido químico perfumista barcelonés que trabajó para las más importantes como Danna o Myrurgia en los albores del XX. En 1928 creó su propio laboratorio de destilación de aceites esenciales naturales que exportaba a perfumistas de Francia, Alemania o EE.UU. Y aquellos veranos de humeantes alambiques de cobre y ramilletes de hierbas silvestres listos para destilar, son un legado digno de perpetuar.
El conocimiento práctico de las plantas y sus usos y propiedades medicinales le han acompañado desde pequeño, si a eso le unimos su pasión por el paisaje, por los agrestes campos y el poder de la naturaleza (vive en el Empordà), no es de extrañar que haya parido una idea sin igual. Autodidacta, antiacadémico e inconformista, a Ernesto se le ocurrió la genialidad de proponer una nueva sensación olfativa, como si fuera un Jean-Baptiste Grenouille del siglo XXI. Crear el perfume que no lo es. ¿O el perfume que debería ser? Una captura literal del paisaje, del momento y lugar exactos. ¿A qué huelen las nubes? Si se pudieran destilar, Ernesto nos lo diría…

Así surge Bravanariz, una propuesta provocativa, controvertida y algo disruptiva que no sigue los dictados académicos de la perfumería clásica, que no distingue entre notas de salida, de corazón o de fondo, sino que saca lo mejor de un totum revolutum que representa la esencia real, genuina, auténtica, de un espacio y un momento concretos. ¿A qué huele el paisaje? Pues eso experimenté en mi visita al alto Empordà, la sierra de La Albera, donde también se encuentra el paraje Celler La Gutina. La experiencia consistía en adentrarse por aquellos parajes de flora silvestre, recuperada por el abuelo de Ernesto tal y como estaba en el Neolítico y realizar lo que Bravanariz denomina “Off Road Experiences” (Paseos) que pueden ser de 3 horas (surfeo), de 4 horas (la zambullida), 7 horas (el buceo) y la inmersión total de 23 horas, con noche bajo las estrellas incluida.
De estos paseos se obtienen las “Off Road Captures”, que se dividen en dos: Camí (camino en catalán), digamos que es el paisaje en una botella; y los Boira (Clearing Mist), hidrolatos puros de plantas destiladas por arrastre de vapor. Es increíble sentir cómo la jara negra, el cantueso, la salvia o el hinojo te van dando zarpazos en la nariz según te adentras en el paisaje. Esos aromas familiares que muchas veces pasamos inadvertidos aunque caminen con nosotros. Es una forma excepcional de reconectar con la naturaleza. De volver a poner en marcha nuestros sentidos innatos, esos que traemos de fábrica y que se han ido desprogramando a medida que nos intentamos adaptar a estilos de vida ficticios. Tocar la tierra, los árboles, la piedra… Volver a escuchar. Intentar hacerlo al menos.

En la travesía se van recolectando las especies que encuentras a tu paso y se van echando a un cesto de paja. Puedes hacerlo por pura intuición, de una forma automática. Si prestas atención, la naturaleza nos habla. Es lo más experiencial que he vivido en torno al perfume. Una vez recolectado, todas las hierbas y flores se van al caldero. Sí, a la vez. Una herejía perfumística, como dice el propio Ernesto, pero es el resultado olfativo de ese momento, de esa experiencia sin igual.
De la destilación surgen dos productos: la capa de aceites esenciales puros que compone los Camí, y el hidrolato, el agua residual que se forma por condensación del vapor que ha atravesado la materia vegetal durante el proceso de obtención de los aceites esenciales y que Bravanariz denomina Los Boira, pura agua de plantas sin alcohol ni conservantes de ningún tipo. Yo me llevé mi Boira del momento que me aplico a cada instante en el rostro y cuerpo porque sé que ahí está la siempreviva (con propiedades calmantes y regenerantes), la jara (purificantes, reparadoras y cicatrizantes) o el tomillo (bactericida, activa la circulación y fortalece las defensas), y aunque esté atrapada por el frío olor a metal y cemento de los edificios de Madrid y su incisivo asfalto, respiro y me siento de nuevo en La Butina, con su flora silvestre y su entorno mágico.

Aunque si quieres vivir la experiencia olfativa de Bravanariz sin salir de tu propia casa, puedes probar sus Landscape Scents (esencias del paisaje) lo mas parecido a un perfume propiamente dicho pero con una formulación y proceso creativo radicalmente diferentes. Están elaborados con componentes 100% naturales como aceites esenciales de la mayor calidad de maderas, resinas, hojas y flores de recolección salvaje, hidrolatos y tinturas. La ventaja de no contener derivados sintéticos, además de que te beneficias de la acción terapéutica de las plantas, es que interactúan con la piel y se funden con cada persona. Eso los hace únicos, exclusivos. Son fragancias vivas que evolucionan con nuestro propio espíritu. Las tres fragancias que por el momento tiene Bravanariz son Bosc (enebro, musgo de roble, helechos, hayas…), encierra la magia de las montañas de Las Salines y las laderas de Bassegoda; Muga (romero, siempreviva, ciprés, cantueso, manzanilla, lavanda…), que recoge el nombre del río que cruza el alto Empordà y conecta las montañas con el mar; y Cala (hinojo marino, menta, salvia…), que traduce los matices dulces y salados de la costa.
Las tres son magníficas aunque siento debilidad por Muga y Cala. No esperes la permanencia de un perfume al uso. Es perfumería natural, sin ningún tipo de fijador sintético, y aunque algunas especies que contiene les aportan un buen afianzamiento, evolucionan como lo hace el momento, el instante que precisamente pretenden capturar…
Tan bien escrito, tan bien contado!
Muchisimas gracias por compartir con nosotros esta experiencia y darnos a conocer a Ernesto y sus creaciones.